viernes, 28 de octubre de 2011

Tambores, tambores a lo lejos


¿A qué huele? ¿No lo notáis? Pues yo ya lo llevo oliendo un par de días, sólo que hoy es más intenso. Será que es viernes. Huele a tierra mojada, a hierba y a verde. Vosotros estáis acostumbrados pero ese es el primer olor que te asalta cuando las puertas de Peinador se abren y llegas a Vigo de verdad. Huele a que ya no quedan ni dos semanas para llegar a casa. No es que quede poco, es que no queda nada. Eso no es optimismo, es un puto hecho.

Hay otro olor también, ¿tampoco sentís ese? Es algo que me recuerda al algodón de azúcar. ¿Será que se acaba Octubre y que empieza el Noviembre más dulce la historia? Sí, debe ser eso. Dulce como un kiwi maduro.

¿Y los sonidos? ¿No los oís? A lo mejor me estoy volviendo tarumba, pero hoy a la mínima me pongo a bailar con música o sin ella. Sólo que hoy me apetece otro tipo de música. Nada de “How I wish you were here”. Ya voy yo “there”. Hoy quiero cosas alegres. Hoy bailo al ritmo de “Hello” oóoó; cambio en la canción esa, “Barbra Streisan”, por cualquier chorrada que se me ocurra en el momento, desde "pa´casita" hasta "Deivid López".

Hoy estoy contento. Aquí es día festivo. El día del no (en serio). Pero hoy estoy de sí. Hoy realmente me he dado cuenta de que entramos en el sprint final para llegar a casa y en realidad ni lo siento en la tierra ni lo huelo en el aire. Lo veo en el calendario.

Y debe ser por eso que aun estando sólo, con el barco en completo silencio, escucho tambores. Tambores a lo lejos. Ya…

Vuelvo.

martes, 25 de octubre de 2011

El chabolero optimista


Hace no tanto, se llamaba chabolero a la persona que se quedaba a bordo de un barco cuando éste iba a estar un periodo largo de tiempo en puerto y la tripulación se iba para su casa. Esta persona solía ser un marinero jubilado que recibía un pequeño sueldo en negro y un techo a cambio de este trabajo de segurata. Casi casi como nosotros ahora.

Es difícil mantener un blog de viajes cuando no viajas. En los últimos días el más largo que he hecho ha sido a la ciudad a dar una vuelta y al centro comercial más cercano. Mañana iré a Larnaca a llevar a otro compañero que se va a casa. El jueves se va otro y después será mi turno.

Acabada la tarea del botiquín (mi última sorpresa fue descubrir que tenemos hasta hormonas para facilitar el parto, todo un alivio) estos días también me ocupo de las cuentas del barco y alguna cosilla más ya que el capitán se encuentra en la soleada Inglaterra. Mientras, en cubierta siguen los trabajos de mantenimiento.

Por lo menos sigo viajando con la imaginación. Los dos tomos de “Juego de tronos” me duraron menos que a Grecia el dinero de la Unión Europea y ante la imposibilidad de conseguir su continuación ni siquiera en inglés recurrí a métodos menos éticos para conseguirlo. Me lo bajé de internet.

Es curioso. Me he bajado música y películas de internet sin ningún tipo de remordimiento y sin embargo me dio como cosa bajarme un libro. Como si fuera pecado. Contradicciones que tiene uno. Al final el vicio venció a los remordimientos.

Lo que estoy sacando en claro de esta experiencia es confirmar algo que ya sospechaba: Los libros electrónicos no son para mí. Vale que son mucho más manejables que mi portátil, pero no me parecen nada prácticos. Pero por lo menos mientras espero mi último viaje (15 días) mi mente no para quieta.

Mi verano ha sido de seis meses. Espero que el invierno que se aproxima sea también inusualmente largo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Farmacia de guardia


Sigue la rutina en Puerto Desolación. Cada vez miro más a menudo el calendario. Una de las razones por las que no escribo aquí tanto, aparte de porque hay poco que contar, es por el libro que he estado leyendo. Después de leer algo tan bueno cualquier cosa que escribo me parece el vómito de un perro que se haya indigestado con una sopa de letras. Pero bueno, habrá que intentarlo.

Estos días estoy haciendo inventario de los botiquines y la farmacia del barco, lo que por lo menos me mantiene ocupado las horas de trabajo. Está siendo un proyecto más grande de lo esperado, ya que es algo que no se hacía desde hace año y medio.

Tenemos material suficiente para montar un maldito hospital a bordo. Desfibrilador, botellas para la orina, hasta tenemos el martillito ese con el que los médicos te pegan un toque en la rodilla para, según dicen, ver que tal andas de reflejos. Que digo yo, si quisieran verte los reflejos deberían intentar darte en la sien sin avisar y tú tratar de esquivarlo. ¿No?

En cuanto a medicamentos estamos más que cubiertos. Y menos mal que está todo bastante ordenadito porque es un problema que todos los prospectos estén en griego cuando no hay ningún tripulante que lo entienda.

Con los medicamentos me estoy llevando alguna sorpresa. Entiendo que tengamos pastillas contra el mareo de todos los tipos, colores y sabores (aunque ya he visto como la sacarina funciona igual de bien para este fin) pero ¿Alguien que sepa más del tema me podría explicar para que necesitamos 60 cajas de Buscopan? Si no me equivoco es un antiespasmódico pero chico con esa cantidad podríamos suprimir los temblores de Japón por lo menos.

Y por cierto ¿A qué iluminado se le ocurrió el nombre de ese medicamento que parece más el apellido de un hobbit? “Tom Buscopán se dirigía a tomar su segundo desayuno cuando…”

Tonterías aparte, los días van pasando y ya sólo quedan 22 para irme a casa.

Debería inyectarme algo de morfina y dormir hasta ese día.

viernes, 14 de octubre de 2011

Confesión


Soy un flipado. Un friki podeis llamarme, no me importa. Todo aquel que me conoce un poco lo sabe. A mí me gusta pensar que soy apasionado, sólo que de cosas erróneas y brevemente. Por suerte no soy el único.

Cada vez que veo una película o leo un libro que me gusta un poco más de lo normal doy la lata con ese tema hasta aburrir a la gente que tengo a mi alrededor. Todo me recuerda a eso. Todo lo comparo con eso. Me pregunto qué hago haciendo lo que hago en vez de estar haciendo lo que hace el personaje de la historia. Hasta mi manera de hablar cambia y meto frases con calzador de dicha peli o libro en cualquier conversación.

Si veo La Guerra de las galaxias me paso un par de días intentando mover cosas con el poder de La Fuerza y atacando a todos con sables láser improvisados. Si veo la El Padrino hago ofertas que nadie puede rechazar y hablo italiano con acento del mismísimo Palermo. Si leo El código Da Vinci te daré una conferencia sobre el número phi y sobre lo mala malísima que es la iglesia católica. Si veo La Jungla de Cristal (preparaos que la quinta entrega está en marcha) amenazo a todo el mundo con meterle cosas demasiado grandes por cierto sitio de su anatomía y no paro de decir eso  de Yipi cay yei…y lo que sigue.

Si veo o leo el Señor de los Anillos, mejor no estés conmigo en un par de días.

Por eso tengo que deciros lo afortunados que sois todos. Estoy leyendo Juego de Tronos, el primer libro de la serie Canción de hielo y fuego. Como dicen por aquí ¡Pana iamo! (no sé cómo se escribe). Hacía tiempo que no me gustaba tanto un libro. Si estuviera en casa estaríais hartos de oírme decir que se acerca el invierno sin venir a cuento, aunque estuviéramos en Mayo.

Ahora mismo sólo tengo ganas de comprarme un husky siberiano, ponerle lentillas rojas e irme a Escandinavia a vigilar el muro más grande que encuentre.

Os dejo, lo malo de escribir es que quita tiempo para leer.

jueves, 13 de octubre de 2011

Octubre


Octubre prometía ser largo y lo está cumpliendo. El ritmo de trabajo es relajado y los descansos se alargan. Nada corre prisa. Aparte de las labores de mantenimiento y el papeleo, estos días estamos llevando a cabo proyectos alternativos como el de cavar una zanja para tender un cable que nos permita tener internet de alta velocidad.

Bueno lo de zanja quizás sea exagerado (un surco de 20 centímetros de profundo no sé si se considera zanja) pero el caso es que armados de pala y pico abrimos unos buenos 50 metros hasta el poste desde dónde saldrá el cable. Dicho proyecto lo hicimos muy a la española. Una pala y un pico para cinco personas permiten que tres de ellas puedan desempeñar el arduo pero importantísimo trabajo de mirar y criticar la labor de los otros dos. Tan duro es que nos tuvimos que turnar para hacerlo.

En mi tiempo libre lo único resaltable de la semana fue el ir a ver el España – Escocia con dos escoceses a su propia casa. Territorio comanche. Menos mal que afrontaron el partido resignados desde el primer minuto a sabiendas de la que se le caía encima. Un 3-1 no fue mal resultado de todo. Nuestro cocinero me dijo que como castigo al día siguiente me haría haggis para cenar, pero cualquier “castigo” que salga de esa cocina es una bendición.

Y poco más. Ayer me había armado de valor de nuevo para salir a correr un rato pero una terrible tormenta me lo impidió. (Al igual que con lo de la zanja “terrible tormenta” puede resultar exagerado para describir un poco de lluvia).

Y es que, gracias al cielo, como dicen en el libro que ahora ocupa mis horas muertas:

Se acerca el invierno.


lunes, 10 de octubre de 2011

Fin de semana


Llegó el ansiado y temido fin de semana. Después de pasar diez días cómo de vacaciones volví a un barco que ya no es el mismo. La mitad de gente para hablar o hacer cosas, y de telón de fondo Port Amargura, la amargura de tu vida.

El viernes estuve de guardia así que no hice gran cosa salvo dedicarme al Facebook cual insociable. A falta de vida social real bienvenida sea la virtual. Eso y una peli mala salvaron el primer día.

El sábado me levanté temprano. Después de limpiar el camarote, lavar y planchar la ropa me vi con un montón de tiempo libre sin nada que hacer. Después de comer me dio el punto y me fui a correr un rato. Quería saber en qué punto se encuentra mi declive físico. De 35 minutos de carrera continua saqué un par de conclusiones. La primera es que mi condición física está bajo mínimos. La segunda es que la entrada del puerto queda a casi 20 minutos de distancia a ritmo de trote de Romario un lunes por la mañana. Los compañeros no mentían.

Por la tarde noche me fui a ver el partido del Celta. Como no tenía el coche de la tripulación me llevó cuarenta minutos de reloj alcanzar el bar con conexión rápida a internet. Total para mal ver un equipo que defiende como los benjamines del Rayo. 40 minutos de vuelta y de nuevo en el barco, donde le prometí a un compañero el acompañarlo a ver el rugby al día siguiente por la mañana.

Así que eso hice el domingo. Madrugar para ver los cuartos de final de la Copa del Mundo. A lo mejor fue por las dos cervezas que me tomé antes del desayuno, o por el ambiente que reinaba en el bar, pero disfruté bastante del partido. No es un mal deporte el rugby. Nadie se queja, nadie finge. Los jugadores que sangran le dicen al árbitro que no es nada y que por favor les deje seguir jugando. Todo el mundo escucha lo que el árbitro dice porque llevan micros abiertos y utilizan el video para cualquier duda. Deberían tomar nota de algunas cosas y aplicarlas al fútbol.

En el primer partido iba con Sudáfrica y perdieron. En el segundo iba con Argentina y también. Creo que debería escoger mejor a mis equipos.

Siesta después de comer y dolor de cabeza y señales de agujetas por la tarde fueron mi final del fin de semana.

Hoy es lunes. Semana nueva. En un mes a partir de hoy estaré haciendo la maleta.