La Semana Santa ortodoxa no será hasta principios de
Mayo, así que aquí esta semana ha sido más o menos como cualquier otra. Y digo
que más o menos porque la famosa crisis económica ha trastocado un poco la
cotidianidad de la isla. De todas formas nosotros hemos intentado seguir
disfrutando de nuestro tiempo juntos.
El jueves volvíamos a casa después de dar una vuelta
cuando una chica española nos reconoció. No os imagináis lo raro que es que
alguien diga tu nombre por la calle en una ciudad de un país donde no conoces a
nadie. Por la noche quedamos para tomar algo con ella y su pareja. Fue muy
agradable hablar en español con alguien. Intercambiamos impresiones de nuestro
país de acogida que resultaron ser muy parecidas. Pasamos un muy buen rato.
El sábado fuimos a comer a un restaurante
especializado en productos del mar de una franquicia sudafricana. Tan pronto reúna
unos 300 mil euros montaré el equivalente en Vigo, pero a la gallega. Ya tengo
hasta el nombre pensado (patente pendiente de registro). Para bajar la panzada
de langostinos y pescado que nos metimos fuimos a dar un buen paseo de más de
dos horas. Volvimos con tiempo para prepararnos para el partido, el cual vimos,
sufrimos y disfrutamos. Acabamos el día después de jugar una partida a los
bolos. No estuvimos muy finos.
Hoy decidimos irnos a comer a las montañas de
Troodos. Preparamos unos bocadillos de tortilla (la cocina quedó como si le cayese
un misil norcoreano) y allá fuimos como buenos domingueros. Visitamos la bonita
cascada de Chantara, cerca del pueblo de Foini.
Mañana es el tercer lunes festivo consecutivo (esto
ha mejorado considerablemente mi opinión sobre el país) así que aprovecharemos
para ir a pasar el día a la playa donde desovan las tortugas donde ya estuvimos
cuando mi hermana estuvo aquí.
Y paro de escribir. Me llama el olor de las filloas
que Andrea está preparando.
Riconudas.