Participé en
la del 20, vi desde la grada la del 25 y por desgracia me perderé la del 30.
Hablo de exhibiciones, de aniversarios. Hablo de taekwondo, de espectáculo.
Hablo del Gimnasio Tao. Y si alguien tiene dudas, que se pase por el pabellón
de las traviesas el sábado 20 de Junio a las 23:00. Necesitaréis invitación,
pero hasta sin ella yo intentaría colarme. Valdrá la pena.
No me
apetece ponerme sentimental hoy, las celebraciones no son para eso. Pero qué
queréis, si el roce hace el cariño, las hostias deben hacer kilos de amor, y
vive Dios que en mis últimos años ahí era simplemente a lo que iba al Tao: A
pegar y que me pegaran.
Aunque debe
tener algo más ese sitio, porque ya me gustaba de antes. Quizás es que tuve la
gran suerte de coincidir con una generación de increíbles personas que
resultaron ser excelentes taekwondistas. Aún llamo amigos a muchos de ellos
aunque en realidad ni los llamo ni me llaman. Ni los veo tan a menudo como me
gustaría. Pero es que, claro, toneladas de sudor en común también unen lo suyo.
Mi
generación tiene más o menos la edad del Tao. Algunos siguen entrenando y otros
no. Da vértigo ver algunas fotos de campeonatos. Aquellos chavalitos de pelo a
la taza y chicas de coleta alta hoy son adultos. Algunos, los más insensatos,
hasta están casados y con hijos.
Y me gusta
pensar, y seguramente no me aleje mucho de la realidad, que todos, hasta los
que ya sólo pasamos por el Tao para felicitar las fiestas o ni eso, nos
llevamos con nosotros un pequeño algo de nuestro paso por ese sitio. Una
especie de poso. No es coincidencia que entre las palabras “gimnasio” y “Tao”
esté la palabra “escuela”. De taekwondo. De deporte. De la vida.
Y esta gran
escuela no tiene ni un profesor ni un entrenador. Tiene un maestro.
Los que lo
conocen saben de lo que hablo. Los que no, pasen y vean. Y a todos, si lo ven,
decidle de mi parte:
Y que
cumplas muchos más.
A Lucía, que
está empezando, y a Gael que ojalá algún día empiece: De todas las drogas, esta
es la mejor.