lunes, 2 de enero de 2017

Navidades Caribeñas 2



Estamos preparando el barco para la próxima visita de sus dueños, así que mi tiempo de ocio se ha reducido bastante en las últimas dos semanas. Por su puesto eso incluye escribir.

Aun así sacamos tiempo para celebrar un poco las Navidades. Son las segundas seguidas que paso fuera. Las dos en esta zona del mundo. No me gusta. Se me ocurren al menos diez sitios mejores donde celebrarlas. Aunque como digo siempre, no es el sitio, es la gente.

El día 24 llegó y estaba dónde estaba. Con la gente que estaba. Así qué otra vez intenté disfrutar del día. Por la mañana hicimos una excursión en kayak toda la tripulación. Primero por el mar y luego a través de un río que cruzaba un manglar y luego la selva. Estuvo bien y nadie resultó herido, que visto lo visto es todo un logro.

Por la noche nos fuimos de cena a un restaurante. Bien pero nada especial. Nos tomamos una copa (Algunos más, otros muchas más) y todos a dormir. Al día siguiente el cocinero nos preparó una buena cena y nos dimos los regalos del amigo invisible.

Como los dueños llegaban el día dos, trabajamos en Fin de Año y en Año nuevo. Cena y brindis a las 7 de la tarde (medianoche en casi todos los países de la tripulación). A las doce hora local sólo llegamos la mitad despiertos. Ahí volvimos a brindar, esta vez con Champagne del bueno, en un muelle comercial que daba lástima verlo, sentados en unos pallets de madera. Probablemente la botella valía más que el muelle entero.

Aparte de lo que acabo de contar, estas semanas sólo he hecho tres cosas: Trabajar, acabar de leer un libro y pensar en vosotros.

Es raro como uno se identifica con cosas, personajes o situaciones. El libro se llama “La guerra larga”. Ciencia ficción. Al final de una aventura por muchos mundos hay una fiesta. Jansson es una ex policía de cincuenta y tantos lesbiana y enferma de leucemia. Joshua, el protagonista, es bastante más joven,  tiene una mano robótica a lo Skywalker y la habilidad de cruzar entre mundos paralelos:

“… Jansson se volvió. Delante de ella estaba Joshua Valienté, con aspecto de hallarse incómodo con su atuendo informal pero arreglado: camisa limpia, vaqueros planchados, zapatos de cuero. Tenía el brazo izquierdo pegado al pecho, y la manga de la camisa ocultaba su puño cerrado. A su lado estaba Helen, su esposa, robusta, guapa y vivaracha. Y por delante les pasó corriendo el pequeño Dan, vestido con un uniforme de piloto de twain en miniatura, enfrascado en alguna clase de juego ruidoso con otros críos, tan ajenos a los adultos y su sociedad como si no fueran más que árboles.

Jansson y Joshua se miraron durante un rato, incómodos. Jansson sintió una embarazosa oleada de emoción, después de haber presenciado los peligros a los que se había expuesto Joshua tan lejos de casa y luego verlo así, con su familia. Con Helen, que tenía todo el aspecto de no querer estar nunca en ninguna parte que no fuera a su lado. Después de todo lo que había pasado con aquel hombre, Jansson no sabía que decir.

Joshua sonrió con dulzura.
-   
  -     -  Está bien, teniente.
-      -  Por el amor de Dios.- Helen no se pudo contener-. ¡Daos un abrazo!

Se inclinaron el uno hacia el otro, y Jansson lo agarró con fuerza.

-      - Con ellos, te curas- le murmuró al oído- . No los dejes nuca más. Llame quien llame.
-      -  Entendido, Jansson.

Y aun así ella sabía que era una promesa que Joshua nunca podría cumplir. Sintió una punzada de pena…”

Yo soy Joshua.

He tenido varios Jansson a lo largo de estos años. Compañeros con los que he compartido muchas cosas lejos de casa y de los que me he despedido con un abrazo para no ver jamás.

Sobra decir quiénes son Helen y Dan. Os quiero y os veré muy pronto.

Con vosotros me curo.

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